"Como era costumbre en Japón, se acordó que la princesa Aya debía casarse con el 2º hijo del señor Ako. Una noche, la princesa paseaba por el jardín de su residencia acompañada por sus doncellas. La luna brillaba sobre su mata de peonías favorita, cerca de un estanque, y cubría las flores con su luz plateada. Se detuvo junto a ellas y se inclinó para aspirar su fragancia, pero uno de sus pies resbaló y a punto estuvo de caerse de no ser por un joven vestido con un kimono de peonias bordadas que la rescató justo a tiempo. Desapareció tan rápido como había llegado y la joven no pudo darle las gracias.
Poco después de este suceso la princesa Aya enfermó gravemente y por tanto, se tuvo que posponer el matrimonio. Cualquier intento de los médicos fue inútil.
Su padre decidió interrogar a la dama de compañía preferida de su hija, Sadayo. Aunque era consciente de que debía guardar el secreto, también supo que debía hablar por el bien de su señora: la princesa Aya se había enamorado del joven del kimono de peonias y si no lo encontraba, ella moriría de amor.
Aquella misma noche un afamado interprete tocaba la biwa para entretener a la enferma y, nuevamente, entre las peonias, apareció el joven. A la noche siguiente, cuando tocaban la flauta y el koto, apareció de nuevo.
El padre de la princesa decidió descubrir lo que estaba sucediendo, así que llamó a Maki Hiogo que, a la noche siguiente, se ocultara tras las peonias vestido de negro. Llegó la noche y este ocupó su lugar mientras se tocaba una dulce melodía. El joven samurai apareció de nuevo, pero esta vez fue agarrado por Maki. De repente, una especie de nube surgió del muchacho y mareado, Maki cayó al suelo sujetando al joven.
Cuando los guardias aparecieron y Mki volvió en si, descubrió que entre sus manos no había otra cosa que una peonía. El padre de Aya descubriendo lo sucedido dijo: "El espíritu de la peonía adoptó en este y en otros momentos el aspecto de un apuesto samurai, hija debéis llevar esta planta siempre contigo, pues os dará suerte". Así que Aya la colocó en un jarrón junto a su cama.
Después de lo sucedido la princesa se recuperó y volvió a ser tan feliz como antes. El día de la boda llegó a su debido tiempo y Aya se casó; en el mismo momento del desposamiento (cuando los dos aceptan y se colocan los anillos) la peonía se marchitó."
Esta leyenda es originaria de Japón en donde se creía antiguamente que las flores y los arboles formaban parte del mundo místico y merecían esmero en su cuidado.
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