jueves, 23 de septiembre de 2010

YUKI - ONNA


Yuki - Onna


(La mujer de las Nieves)


En un pueblo de la provincia de Musashi, habitaban dos leñadores: Mosaku y Minokichi. Mosaku era un hombre viejo y Minokichi, su aprendiz, un muchacho de 18 años.


Todos los días se iban juntos a un bosque situado a 8 kilómetros de su aldea. En el camino del bosque hay un ancho río que cruzar. Aunque habían colocado un puente para cruzar, este no sobrevivía a las  crecidas del río.
 Era una noche muy fría y Mosaku y Minokichi volvían de camino a casa cuando una tormenta de nieve les sobrevino. Cuando llegaron al río vieron que el barquero se había ido, dejando la barca en la otra orilla del río.


Como no era el momento de cruzar el río nadando decidieron refugiarse en la choza del barquero. Aunque no había brasero en la choza ni cualquier otro lugar para calentarse Mosaku y Minokichi cerraron la puerta y se tumbaron en el suelo abrigados por sus ropas. Ahí adentro no tenían frío y pensaron que la tormenta no duraría mucho.


El anciano se quedó dormido casi al instante, pero el joven Minokichi permaneció durante mucho tiempo despierto, escuchando el terrible sonido del viento y la nieve posándose tras la puerta. El río rugía y la choza se balanceaba como restos de un naufragio en la mar. Era una terrible tormenta y el aire se hacía cada vez más frío y Minokichi se estremeció bajo su gabardina. Pero a pesar del frío él también se durmió.


Le despertó una lluvia de nieve contra su cara. La puerta de la choza había sido forzada y a través de la luz de la nieve (yuki- akari) vio a una mujer en la sala, una mujer de blanco.




Ella se inclinaba por encima de Musaku, echándole su aliento sobre él, un aliento como un humo blanco y brillante. En ese mismo momento la mujer se volvió hacia Minokichi y se posó delante de él. Trató de gritar pero descubrió que no era capaz de articular sonido alguno.
La blanca mujer se inclinó a él, cada vez más y más, hasta que su rostro casi lo tocó, y Minokichi pudo ver que era una hermosa mujer, aunque sus ojos le asustaban.
Se le quedó mirando durante un breve lapso de tiempo, entonces ella sonrió y le susurró:




- Yo intenté hacerte lo mismo que le hice al otro hombre, pero no puedo dejar de sentir cierta compasión por ti, porque tu eres tan joven...
Tu eres un muchacho muy hermoso Minokichi, y yo no te haré daño por ahora.
Pero si tu cuentas algo a alguien, incluso a tu propia madre, de lo que has visto esta noche, yo lo sabré y después te mataré.
¡Recuerda lo que te he dicho!


Tras estas palabras, le dio la espalda y se marchó. Minokichi pudo verse capaz de moverse otra vez y miró hacia afuera, pero la mujer no se encontraba por ningún lado y la nieve estaba entrando rápidamente en la choza.

Minokichi cerró la puerta y echó el pestillo. Pensó que el viento habría abierto la puerta y que la mujer había sido solo un sueño y podría haber confundido el brillo blanco de la nieve con la blanca mujer, pero él no estaba seguro.

Él llamo a Musaku y se asustó al ver que este no contestaba. Buscó su cara en la oscuridad y posó la mano sobre ella y descubrió que estaba helada. Musaku estaba rígido y muerto...

Al amanecer, la tormenta ya se había pasado, y cuando volvió a su choza, se   encontró a Minokichi, sin sentido, sobre el cuerpo de Musaku.
El barquero atendió rápidamente a Minokichi que volvió en sí tras poco tiempo. Pero siguió enfermo a causa del extremo frío de aquella noche.


Él estaba gravemente asustado por la muerte del anciano pero no dijo nada sobre la visión de la mujer vestida de blanco.


Tan pronto como se recuperó, volvió a su trabajo, todos los días iba al bosque a por leña y volvía por la noche, con un haz de leña, que su madre le ayudaba a vender.


Una noche, del invierno del año siguiente, mientras iba de camino a casa, se encontró con una joven que iba por el mismo camino.
Era una chica alta, delgada, muy guapa, que le saludó con una voz parecida al canto de las aves.
Luego, caminó junto a ella y empezaron a hablar.
La chica se presentó como O-Yuki, le contó que últimamente había perdido a sus padres e iba de camino a Yedo, donde ella tenía unas pocas relaciones y en donde podría trabajar como sirvienta.
Minokichi pronto se sintió cautivado por aquella extraña muchacha, y cada vez que se volvía a mirarla, le parecía más guapa que antes.


Él le preguntó si estaba comprometida y ella le contesto riéndose, "que ella era libre".
La muchacha le preguntó a su vez si él estaba comprometido, y el le contestó que teniendo a una pobre madre viuda todavía no lo había  considerado.


Después de un tiempo continuaron el camino sin hablar, pero como dice el proverbio: 
Ki ga areba, me mo kuchi hodo ni mono wo iu: "Cuando el deseo está ahí, los ojos pueden decir lo mismo que con la boca"


Para cuando llegaron a la aldea se habían hecho muy buenos amigos y Minokichi le preguntó a O-Yuki que si quería parar a descansar en su casa.
Después de unas dudas y una respuesta tímida por parte de ella, fueron hacía la casa de Minokichi donde su madre le dio la bienvenida y les preparó una comida caliente.
O-Yuki se portó tan bien que la madre, con un repentino capricho la convenció para que retrasara su viaje a Yedo.
Pero Yuki no llegó a Yedo sino que se quedó como la esposa de Minokichi.


Yuki era una buena esposa. Y cuando la madre, 5 años mas tarde, se moría, sus ultimas palabras fueron palabras de elogio y afecto hacia la esposa de su hijo.


O-Yuki y Minokichi tuvieron 10 hijos, chicos y chicas, todos ellos muy hermosos y de pálida tez.
La gente de la aldea pensaba que O-Yuki era una persona maravillosa y después de haber tenido 10 hijos parecía igual de joven que las muchachas del lugar.


Una noche, después de que los niños se hubieran acostado, O-Yuki estaba cosiendo a la luz de una lámpara de papel, cuando su marido le dijo:


- "Verte coser así, con la luz reflejada en tu cara, me hace recordar un extraños suceso que ocurrió cuando yo era un muchacho de 18 años. Entonces vi a alguien tan hermosa y pálida como tú ahora, de echo, ella era muy parecida a ti."


Sin levantar los ojos de su trabajo O-Yuki respondió:


-"Háblame de ella. ¿Dónde la viste?"


Luego Minokichi le habló de la terrible noche en la cabaña del barquero y sobre la mujer blanca que se había inclinado sobre él, sonriendo y susurrando y sobre la muerte de Mosaku. Y el dijo:
-"Despierto o dormido, fue la única vez que vi a una persona tan hermosa como tú. ¡Pero ella no era un ser humano! Y yo tenía mucho miedo de ella. ¡Era tan blanca! Aunque todavía no se si era un sueño o yo vi a la Mujer de las Nieves"


O-Yuki dejó caer su costura y alzándose se inclinó sobre su marido, y le gritó:


-"¡Era yo, yo, yo! ¡Yuki era yo! ¡Y te dije que te mataría si alguna vez se lo contabas a alguien! ¡Si los niños no estuvieran durmiendo aquí te mataría ahora mismo! ¡Y espero que de ahora en adelante les trates muy bien! ¡Porque  como alguna vez tengan motivos para quejarse de ti, te trataré como te lo mereces!" 


A través de sus gritos, su voz se hizo como un llanto del viento, luego se fundió en una neblina de color blanco brillante ascendió hasta el techo y desapareció en un humo blanco.

Nunca más fue vista por otra persona.

1 comentario:

  1. Lindo blog, al menos este post me gusta mucho. Ehmm, si quieres te pasas por el mio, es mas o menos del mismo estilo:

    http://ladivaenelespejo.blogspot.com/

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